el Palacio de la Bahía (MARRAKECH 1932-33)

Texto de Elizabeth Klein Lacroix, 1934  – Traducción P. Clauzure.


Nuestra primera vivienda fue el Palacio de la Bahía donde fuimos acogidos por dos artistas franceses.

Un rácimo de dátiles colgaba de una fina cuerda : bebimos té de menta y creo recordar que fumamos una pipa de kif. Armand Lacroix era estudiante en las Bellas Artes de París, estaba en Africa del norte por un año de estudio. Jules Lellouche llegaba de Túnez donde estaba bien establecida su fama de pintor. Fuimos inmediatamente sumergidas en un medio artístico, amistoso, estimulante y creativo.

Bahía « la bella » fue el palacio del reino de Moulay Hassan, construido en 1873 por su gran visir negro. Sus muros abarcan jardines, patios, estanques, numerosas casas y toda una historia. Es una residencia a disposición de un importante general francés cuando reside en Marrakech. Aquí también se recibe a visitantes señalados e invitados del gobierno. El resto del tiempo, el palacio está poco frecuentado ; se encuentra aquí al ayudante del ejército, el director de las Bellas Artes, un grupo de prisioneros cumpliendo su pena trabajando en el Palacio y un grupo de artistas.

Nuestras habitaciones se sitúan contra un muro cubierto de vid, en el fondo de un gran jardín plantado de palmeras y flores.

Una hermosa puerta de celosías se abre sobre un jardín de mayor tamaño abrigado por eucaliptos gigantes ; a continuación un jardín de flores perfumado y sus mimosas y, por fin, un gran patio de mármol. Era un verdadero laberinto para encontrar las habitaciones.

Sería  incapaz de trazar el plano, había que adentrarse en el corazón de la noche, allí donde no se hallaba ninguna luz, girar a la izquierda, ir a lo largo de un pasillo estrecho y girar de nuevo a la izquierda para acceder a un pequeño patio con un árbol en su centro. Luego, guiándose de la mano a lo largo del muro, se llegaba a una puerta tras la cual cacareaban gallinas, luego se percibía el olor de los conejos. Para acabar, la parte más complicada era un paso muy estrecho encorvado seguido de algunas escaleras en lo alto de las cuales se veía brillar el cielo estrellado. Por fín, se llegaba al jardín en el que se hallaban nuestras habitaciones. Las habitaciones : dos o tres velas, una jarra de agua y una cama.